Peng-chun Chang (1892 – 1957) China

Sep 24th, 2008 | By | Category: Biografías

por Rainer Huhle

Chang_Roosevelt

Peng-chun Chang (1892 – 1957)

Peng-chun Chang, o Zhang Pengjun, como se le conoce en literatura especializada, aparece en los documentos oficiales de la ONU con sus iniciales, probablemente para simplificar. Así­ pues, nosotros le llamaremos simplemente P. C. Chang, el nombre con el que pasó a la historia de los derechos humanos. Chang procedí­a de una familia rica de comerciantes de Tianjin, una ciudad costera cercana a Pequí­n que habí­a sido una cabeza de puente de la dominación extranjera en China y que acogió grandes colonias europeas durante mucho tiempo. También fue el centro del movimiento anticolonial chino de 1900 conocido como la Rebelión de los bóxers.

Como algunos de sus parientes, P. C. Chang prefirió la ciencia y la cultura al comercio. Al acabar el instituto continuó sus estudios en Estados Unidos, y en 1924 se doctoró en la Universidad de Columbia. Colaboró estrechamente con el filósofo y pedagogo americano John Dewey, con quien compartí­a su gran vocación por la enseñanza. Durante las dos décadas siguientes dio clases en su China natal “”especialmente de Filosofí­a en la Universidad de Nanjing“”, y simultáneamente impartió cursos en universidades de Chicago, Nueva York y Hawái. En 1936 aceptó un puesto de profesor en Inglaterra y el mismo año publicó en Londres su libro China at the Crossroads, con el que querí­a acercar al público occidental los rasgos fundamentales de la historia y el pensamiento chinos con un lenguaje sencillo. Además de la filosofí­a, le interesaba mucho el arte, y de hecho escribió varias obras de teatro.

Por su carrera Chang estaba predestinado a ser un mediador entre la ideologí­a china y la occidental, y no un polí­tico. Sin embargo, las circunstancias polí­ticas del momento le convirtieron en lo segundo. Con la conquista de Tianjin en 1937, Japón comenzó su ofensiva contra China, que no cesarí­a hasta la derrota de las islas en 1945. Chang se unió al movimiento nacional de resistencia contra la ocupación japonesa y fue enviado a Estados Unidos por el gobierno del Kuomintang para encontrar apoyo para su paí­s. Entre 1940 y 1942 trabajó de embajador en Turquí­a y posteriormente en Chile.

Chang no estuvo en la conferencia de la ONU entre abril y junio de 1945, pero el mismo año fue nombrado como uno de los cinco delegados permanentes chinos en la Asamblea General. En 1946 también fue elegido para el Consejo Económico y Social y para la Comisión de Derechos Humanos, de la cual fue vicepresidente hasta 1950. Numerosos documentos de la época le señalan como una de las personalidades más influyentes de la Comisión. Siempre se le pedí­a consejo para resolver asuntos complicados, y Chang recurrí­a a su vasto conocimiento tanto de la tradición filosófica occidental como de la china para encontrar soluciones constructivas. Aunque ocasionalmente aconsejaba pasar un año de estudio en China a los delegados que se peleaban, su objetivo no era enfrentar ambas filosofí­as. Al contrario, solí­a recordar que los pensadores de la Ilustración europea “”considerada el origen de la concepción moderna de los derechos humanos“” también se habí­an inspirado en las traducciones de filósofos chinos: “La ideologí­a china estuvo mezclada con el pensamiento y el espí­ritu europeos sobre derechos humanos en una época en la que en Europa se empezaba a pensar en ellos“. Chang siempre acudí­a a citas de los clásicos chinos Confucio y Mencio, no para desmarcarse del pensamiento occidental, sino como prueba de que las cuestiones fundamentales de la naturaleza y de la sociedad humana tienen respuestas similares en diferentes culturas. Así­ constató, por ejemplo, que el ideal de la fraternidad, tal como lo habí­a formulado la Ilustración francesa y como se encuentra en el artí­culo primero de la Declaración de Derechos Humanos, corresponde al principio del pensamiento chino llamado “mentalidad de dos personas“ , y por lo tanto es universal.

Uno de los objetivos prioritarios de Chang era conseguir formulaciones universales. Fundamentalmente gracias a él, la Declaración Universal está exenta de conceptos ligados estrechamente a determinadas culturas. La universalidad de la Declaración se ve especialmente clara en el artí­culo primero, que en su versión final dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros“. Tres ideas determinantes se deben a la iniciativa de Chang. En primer lugar, convenció a sus compañeros de que el artí­culo primero no podí­a hacer referencia a Dios porque no existe una idea universal de Dios y porque la Declaración tiene que valer también para los ateos. Además consiguió que se eliminara la referencia al derecho natural como fundamento de los derechos humanos porque ese derecho natural remite demasiado concretamente a la tradición occidental. Finalmente introdujo el concepto de la conciencia moral como una constante humana universal.

De haber sido por Chang, también se habrí­a prescindido de la afirmación de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales“, porque la referencia a un derecho por nacimiento le parecí­a demasiado especí­fica culturalmente, y por lo tanto innecesaria. í‰l preferí­a la expresión “todos los seres humanos son libres e iguales“, a su parecer más universal, más sencilla y más consensuable. Su vena pedagógica le hizo luchar infatigablemente en la Comisión por que la Declaración fuera lo más clara y sencilla posible. Con el fin de centrarse en las ideas más esenciales y universales, Chang aceptó que se dejaran de lado conceptos de la tradición china muy importantes para él, como la igual importancia de los derechos y los deberes de las personas. Así­ consideró que los últimos tres artí­culos de la Declaración Universal bastaban para tratar la dualidad de los derechos y los deberes, que muchos otros delegados también defendí­an.

Ahora que desde Asia se cuestiona la universalidad de los derechos humanos, es importante destacar la labor de P. C. Chang en favor de la concepción universal de los derechos humanos. El hecho de que estudiase y enseñase en Occidente no puede servir de objeción, ya que siempre han sido personas de doble raí­z cultural quienes han contribuido decisivamente al desarrollo de las ideas. ¿Quién, sino alguien como él, podrí­a entonces construir los puentes necesarios para establecer un concepto universal de los derechos humanos?

La actividad de Chang también demuestra que en China ya se trabajaba sobre los derechos humanos modernos en el siglo XIX, mucho antes de la Segunda Guerra Mundial. Bajo el gobierno del Kuomintang tuvo lugar un animado debate intelectual sobre los derechos humanos y su papel en la constitución china. Uno de los principales teóricos en la materia, Zhang Junmai (Chang Chun-mai, Carsun Chang), del Partido del Progreso en la oposición, fue incluso miembro de la delegación china en la conferencia de fundación de la ONU. Por entonces, la República de China querí­a ser considerada importante en la nueva escena internacional, lo que contrastaba con el carácter represivo del régimen dentro del paí­s. Su participación en la conferencia de Dumbarton Oaks de 1944 y su nombramiento como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dan prueba de ello.

Está claro que P. C. Chang, más filósofo que polí­tico, no era el tí­pico representante del régimen del Kuomintang: su postura en la Comisión de Derechos Humanos reflejaba exclusivamente su propio pensamiento. Debido a su orientación polí­tica liberal, con la revolución china sus dí­as en la ONU estaban contados. Aunque fue vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos hasta 1950, el nuevo gobierno chino, apoyado por la Unión Soviética, le obligó a renunciar a todos sus cargos porque corresponderí­an a la República Popular China. En 1952 Chang renunció finalmente y vivió en Estados Unidos hasta su temprana muerte en 1957. Le frustraba que allí­ la “polí­tica del dólar y el materialismo sin principios morales“ se impusiera sobre los ideales de 1945, y por eso animó a sus hijos a seguir los valores tradicionales chinos.

Traducción del alemán: Álvaro Martí­n Martí­n

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