Egon Schwelb (1899 – 1979) Checoslovaquia

Jun 16th, 2009 | By | Category: Biografías

por Rainer Huhle

Egon_Schwelb

Egon Schwelb (1899 – 1979)

Egon Schwelb nació en los últimos dí­as del siglo XIX en la Praga del Imperio Austro-Húngaro. En 1917, al cumplir los diecisiete años, fue alistado en el ejército austriaco, donde tuvo que servir hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Seguidamente estudió Derecho en Praga y abrió un bufete de abogados en la capital de la ya independiente Checoslovaquia. Poco después fue nombrado concejal del ayuntamiento de la ciudad. Schwelb se unió al Partido Socialdemócrata; muchos de sus clientes eran compañeros de partido y sindicalistas.

En los años veinte y treinta ya destacaba como autor de numerosos artí­culos sobre derecho público, derecho laboral y derecho administrativo, que mayoritariamente publicaba en alemán. En su cí­rculo de amigos se le conocí­a como “psavy Schwelb“ (“Schwelb, el que escribe mucho“). En 1933 Praga se comenzó a llenar de refugiados polí­ticos alemanes “”muchos de los cuales buscaron y encontraron su ayuda“”, pero Schwelb tampoco se olvidó de la situación en Europa del Este. En 1936 publicó en la revista socialista Der Kampf un artí­culo sobre el primer “juicio de Moscú“ que exponí­a detalladamente y sin miramientos la cí­nica fachada pseudojurí­dica de ese acontecimiento.

El 16 de marzo de 1939, un dí­a después de la ocupación de Bohemia y Moravia por las tropas nazis, Schwelb fue arrestado en Praga por las SS. Gracias a los buenos contactos que tení­a como jurista de renombre internacional, la embajada británica peleó por su liberación. Al cabo de dos meses salió de la cárcel, y en agosto, apenas tres semanas antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pudo finalmente emigrar a Londres con su mujer y su hijo Frantisek (a dí­a de hoy prestigioso juez en Estados Unidos, conocido como Frank Schwelb). Esquivaron así­ la suerte de algunos familiares suyos que fueron llevados a campos de concentración nazis. Los Schwelb eran judí­os, condición que los nazis le recordaron a Egon, que no era religioso, mediante su violencia antisemita.

En Londres se incorporó rápidamente al gobierno checoslovaco en el exilio del presidente BeneÅ¡ como asesor jurí­dico. Paralelamente amplió sus estudios de Derecho con conocimientos sobre derecho internacional y derechos humanos. En 1945 ingresó en la secretarí­a de la United Nations War Crimes Commission, con sede en Londres, como responsable del departamento jurí­dico. Dicha comisión, creada en 1942, tení­a la tarea de documentar los numerosos crí­menes de las potencias del eje y al mismo tiempo desarrollar estrategias jurí­dicas para sancionarlos. Sin embargo, las potencias aliadas no apoyaron demasiado la comisión y, cuando finalmente comenzaron a organizar los Juicios de Núremberg, la War Crimes Commission sólo desempeñó un papel secundario.

Pero gracias a Egon Schwelb el trabajo de la War Crimes Commission fue un punto de referencia importante para el futuro derecho internacional. Schwelb fue en 1948 uno de los principales autores del amplio informe final de dicha comisión, en el cual se reflejaba no sólo la lucha polí­tica por llevar a cabo procesos penales contra criminales de guerra, sino también un gran esfuerzo intelectual por establecer las bases conceptuales del derecho internacional. Schwelb habí­a redactado en 1946 un influyente artí­culo “”que todaví­a impresiona por su clara argumentación“” sobre uno de los tres cargos de los Juicios de Núremberg, los crí­menes contra la humanidad. Consideraba que actos como el exterminio de naciones enteras son crí­menes más allá de un contexto de guerra, y construyó así­ un puente entre la ley marcial internacional y la futura sanción penal de los crí­menes contra la humanidad, que debí­a ser totalmente independiente del contexto de esos crí­menes.

En 1947 Egon Schelb entró también profesionalmente en el nuevo campo de la polí­tica sobre derechos humanos. El primer director del departamento de derechos humanos de la Secretarí­a General de la ONU, el canadiense John Peters Humphrey, le nombró su vicedirector. Mantuvo el cargo hasta su jubilación en 1962 y participó desde un segundo plano en prácticamente todos los proyectos de la ONU sobre derechos humanos. Al mismo tiempo fue secretario del Tercer Comité de la Asamblea General, en el que también se trataron asuntos importantes sobre derechos humanos, como la creación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Pasó de “psavy Schwelb“ a “Mr. Human Rights“ “”al menos para los miembros de la ONU“”, porque era sumamente reservado. Ninguno de los colaboradores importantes de la organización era tan poco conocido públicamente como Schwelb, de quien apenas se conservan fotografí­as en los archivos de prensa de la época. Schwelb simplemente se dedicaba a lo que mejor sabí­a hacer: analizar y describir de forma clara los múltiples nuevos problemas del derecho internacional sobre derechos humanos.

Tras abandonar sus funciones en las Naciones Unidas continuó con la misma tarea incluso con más í­mpetu, entonces como profesor de “Derecho sobre la protección internacional de los derechos humanos“ en la Universidad de Yale. En 1963, en el decimoquinto aniversario de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, publicó su libro Human Rights and the International Community. The Roots and Growth of the Universal Declaration of Human Rights, 1948-1963. Ahí­ justificaba ampliamente su opinión de que la Declaración Universal no es sólo una declaración de intenciones sin carácter vinculante “”también desde una perspectiva jurí­dica“”, sino que obliga de diferentes formas a los Estados miembros de la ONU a proteger los derechos humanos. En sus últimos años en la ONU Schwelb habí­a vivido el fracaso (temporal) de la creación de los dos pactos internacionales de derechos humanos, que no serí­an aprobados por la Asamblea General hasta 1966. Más adelante escribió mucho sobre ese fracaso y sobre las dificultades de desarrollar medios legales para la imposición de los derechos humanos. Sus artí­culos han corroborado la muy extendida opinión de que la Declaración Universal se ha convertido con el tiempo en un derecho consuetudinario de nivel internacional. Precisamente eso habí­a defendido en 1962 “”poco antes de la marcha de Schwelb“”la Oficina de Asuntos Jurí­dicos de la Secretaria General frente a la Comisión de Derechos Humanos con un informe que poco después él citó con satisfacción en su libro.

El persistente trabajo de Egon Schwelb por los derechos humanos tuvo lugar básicamente desde un segundo plano. No necesitaba ni focos ni homenajes, y no los recibió hasta su muerte en mayo de 1979. En diciembre del mismo año le fue otorgada póstumamente en Berlí­n la Medalla Dag Hammarskjöld de la Asociación de las Naciones Unidas de Alemania. Mientras aún viví­a pudo ver cómo su hijo Frank luchaba infatigablemente en la División de Derecho Civil del Departamento de Justicia por los derechos de los negros en los estados del sur de Estados Unidos, y cómo más adelante se especializaba en el derecho a una vivienda digna. Es además su hijo quien mantiene el legado checo de la familia hasta hoy en dí­a.

Traducción del alemán: Álvaro Martí­n Martí­n

Comments are closed.