por Rainer Huhle
Egon Schwelb nació en los últimos días del siglo XIX en la Praga del Imperio Austro-Húngaro. En 1917, al cumplir los diecisiete años, fue alistado en el ejército austriaco, donde tuvo que servir hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Seguidamente estudió Derecho en Praga y abrió un bufete de abogados en la capital de la ya independiente Checoslovaquia. Poco después fue nombrado concejal del ayuntamiento de la ciudad. Schwelb se unió al Partido Socialdemócrata; muchos de sus clientes eran compañeros de partido y sindicalistas.
En los años veinte y treinta ya destacaba como autor de numerosos artículos sobre derecho público, derecho laboral y derecho administrativo, que mayoritariamente publicaba en alemán. En su círculo de amigos se le conocía como “psavy Schwelb“ (“Schwelb, el que escribe mucho“). En 1933 Praga se comenzó a llenar de refugiados políticos alemanes “”muchos de los cuales buscaron y encontraron su ayuda“”, pero Schwelb tampoco se olvidó de la situación en Europa del Este. En 1936 publicó en la revista socialista Der Kampf un artículo sobre el primer “juicio de Moscú“ que exponía detalladamente y sin miramientos la cínica fachada pseudojurídica de ese acontecimiento.
El 16 de marzo de 1939, un día después de la ocupación de Bohemia y Moravia por las tropas nazis, Schwelb fue arrestado en Praga por las SS. Gracias a los buenos contactos que tenía como jurista de renombre internacional, la embajada británica peleó por su liberación. Al cabo de dos meses salió de la cárcel, y en agosto, apenas tres semanas antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pudo finalmente emigrar a Londres con su mujer y su hijo Frantisek (a día de hoy prestigioso juez en Estados Unidos, conocido como Frank Schwelb). Esquivaron así la suerte de algunos familiares suyos que fueron llevados a campos de concentración nazis. Los Schwelb eran judíos, condición que los nazis le recordaron a Egon, que no era religioso, mediante su violencia antisemita.
En Londres se incorporó rápidamente al gobierno checoslovaco en el exilio del presidente BeneÅ¡ como asesor jurídico. Paralelamente amplió sus estudios de Derecho con conocimientos sobre derecho internacional y derechos humanos. En 1945 ingresó en la secretaría de la United Nations War Crimes Commission, con sede en Londres, como responsable del departamento jurídico. Dicha comisión, creada en 1942, tenía la tarea de documentar los numerosos crímenes de las potencias del eje y al mismo tiempo desarrollar estrategias jurídicas para sancionarlos. Sin embargo, las potencias aliadas no apoyaron demasiado la comisión y, cuando finalmente comenzaron a organizar los Juicios de Núremberg, la War Crimes Commission sólo desempeñó un papel secundario.
Pero gracias a Egon Schwelb el trabajo de la War Crimes Commission fue un punto de referencia importante para el futuro derecho internacional. Schwelb fue en 1948 uno de los principales autores del amplio informe final de dicha comisión, en el cual se reflejaba no sólo la lucha política por llevar a cabo procesos penales contra criminales de guerra, sino también un gran esfuerzo intelectual por establecer las bases conceptuales del derecho internacional. Schwelb había redactado en 1946 un influyente artículo “”que todavía impresiona por su clara argumentación“” sobre uno de los tres cargos de los Juicios de Núremberg, los crímenes contra la humanidad. Consideraba que actos como el exterminio de naciones enteras son crímenes más allá de un contexto de guerra, y construyó así un puente entre la ley marcial internacional y la futura sanción penal de los crímenes contra la humanidad, que debía ser totalmente independiente del contexto de esos crímenes.
En 1947 Egon Schelb entró también profesionalmente en el nuevo campo de la política sobre derechos humanos. El primer director del departamento de derechos humanos de la Secretaría General de la ONU, el canadiense John Peters Humphrey, le nombró su vicedirector. Mantuvo el cargo hasta su jubilación en 1962 y participó desde un segundo plano en prácticamente todos los proyectos de la ONU sobre derechos humanos. Al mismo tiempo fue secretario del Tercer Comité de la Asamblea General, en el que también se trataron asuntos importantes sobre derechos humanos, como la creación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Pasó de “psavy Schwelb“ a “Mr. Human Rights“ “”al menos para los miembros de la ONU“”, porque era sumamente reservado. Ninguno de los colaboradores importantes de la organización era tan poco conocido públicamente como Schwelb, de quien apenas se conservan fotografías en los archivos de prensa de la época. Schwelb simplemente se dedicaba a lo que mejor sabía hacer: analizar y describir de forma clara los múltiples nuevos problemas del derecho internacional sobre derechos humanos.
Tras abandonar sus funciones en las Naciones Unidas continuó con la misma tarea incluso con más ímpetu, entonces como profesor de “Derecho sobre la protección internacional de los derechos humanos“ en la Universidad de Yale. En 1963, en el decimoquinto aniversario de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, publicó su libro Human Rights and the International Community. The Roots and Growth of the Universal Declaration of Human Rights, 1948-1963. Ahí justificaba ampliamente su opinión de que la Declaración Universal no es sólo una declaración de intenciones sin carácter vinculante “”también desde una perspectiva jurídica“”, sino que obliga de diferentes formas a los Estados miembros de la ONU a proteger los derechos humanos. En sus últimos años en la ONU Schwelb había vivido el fracaso (temporal) de la creación de los dos pactos internacionales de derechos humanos, que no serían aprobados por la Asamblea General hasta 1966. Más adelante escribió mucho sobre ese fracaso y sobre las dificultades de desarrollar medios legales para la imposición de los derechos humanos. Sus artículos han corroborado la muy extendida opinión de que la Declaración Universal se ha convertido con el tiempo en un derecho consuetudinario de nivel internacional. Precisamente eso había defendido en 1962 “”poco antes de la marcha de Schwelb“”la Oficina de Asuntos Jurídicos de la Secretaria General frente a la Comisión de Derechos Humanos con un informe que poco después él citó con satisfacción en su libro.
El persistente trabajo de Egon Schwelb por los derechos humanos tuvo lugar básicamente desde un segundo plano. No necesitaba ni focos ni homenajes, y no los recibió hasta su muerte en mayo de 1979. En diciembre del mismo año le fue otorgada póstumamente en Berlín la Medalla Dag Hammarskjöld de la Asociación de las Naciones Unidas de Alemania. Mientras aún vivía pudo ver cómo su hijo Frank luchaba infatigablemente en la División de Derecho Civil del Departamento de Justicia por los derechos de los negros en los estados del sur de Estados Unidos, y cómo más adelante se especializaba en el derecho a una vivienda digna. Es además su hijo quien mantiene el legado checo de la familia hasta hoy en día.
Traducción del alemán: Álvaro Martín Martín