Nuevamente, un saludo a Benito Ramí­rez, Todossantero

Feb 13th, 1999 | By | Category: América, Regiones

por Rainer Huhle

Desde que en 1989 se fundara el Centro de Documentación e Información sobre Derechos Humanos en América Latina, (DIML) su logotipo que aparece también en la tapa de la revista “memoria”, ha sido una fotografí­a de Benito Ramí­rez del pueblo guatemalteco de Todos Santos Cuchumatán. En el número 1/2 de “memoria”, de 1990, explicamos la historia de esta foto, tal como la conocí­amos en ese momento por la información ofrecida en el libro de fotografí­as tomada por Hans Namuth. También explicábamos el motivo porqué la elegimos como sí­mbolo de nuestros esfuerzos de rescatar la memoria.

En el número 10 de la revista, aparecida en 1998, contamos la historia de cómo, con la ayuda del profesor Robert Sitler de Florida, Estados Unidos, nos enteramos de que quien hasta entonces sólo era una fotografí­a para nosotros, seguí­a con vida, y vida activa además, en su pueblo natal de Todos Santos Cuchumatán en el norte de Guatemala. Este año, por fin, tuvimos la oportunidad de encontrar a Benito Ramí­rez en carne propia en su pueblo, platicar largo rato con él, escuchar su historia, la de Todos Santos y también la de las fotos de Hans Namuth, quien hace una década ya murió:

Nacido en 1915 en Alemania, el joven Hans Namuth se hizo parte de un grupo antifascista en los tiempos en que el partido nazi llegó al poder. Pudo huir al tiempo, es decir a la edad de 17 años, a Francia. Más tarde, junto con su entrañable amigo Georg Reisner fue a la España de la guerra civil donde ambos trabajaron como fotógrafos por el lado de los republicanos. Desesperados por la represión comunista contra todo movimiento disidente dentro de las filas de izquierda, ambos regresaron a Paris en 1937 donde fueron internados en 1939 al comenzar Alemania la guerra contra Francia. Al final de viajes peligrosos por muchos paí­ses, Namuth llegó finalmente a Estados Unidos. Su amigo Reisner se suicidó.

Desde Nueva York, durante muchos años Hans Namuth ha visitado el pueblo de Todos Santos, tomando fotos de casi todos sus habitantes. „Hans Namuth volví­a casi todos los años, siempre traí­a las fotos que habí­a tomado. Se las mostró a la gente y la gente entonces se recordaba, de los trajes, de las fiestas, de como se emborracharon, se divertí­an mucho,“ nos cuenta Benito. „Un dí­a vi a Hans y a su esposa cómo estaban tomando fotos a distintas personas en el Convento. Cada persona se presentó con diferentes motivos. Unos se presentaban con animales, otros lo hací­an con una sonrisa. Entonces yo me dije, voy a tomar una foto diferente, y como a mí­ me gustan los libros, me gusta mucho leer, tomé unos libros que habí­a allí­ en el Convento, los puse a mi lado, coloqué otro sombrero y bueno, así­ salió esa foto.“

Las visitas de Namuth a Todos Santos terminaron cuando la violencia en Guatemala se volvió cada vez más sangrienta. ¿Cómo vivió Benito Ramí­rez estos años en que gran parte del norte de Guatemala quedó arrasada por las dictaduras militares? „La violencia en Guatemala es una historia bastante extensa, difí­cil de hablar – comenta pausadamente Benito. Los años 1978-80 en Guatemala habí­a mucha represión y discriminación. Algunos lí­deres entonces tomaron la decisión de reclamar, hablaron de los derechos del hombre en la radio. Me acuerdo muy bien de un hombre que habló de esto en la radio, y a los pocos dí­as desapareció. Todo aquel lí­der que hablaba en contra del gobierno, en contra del ejército, era asesinado o secuestrado. En esa época habí­a en Guatemala los llamados escuadrones del muerte. Vení­an, desaparecieron a la gente y no daban respuesta qué habí­a pasado. La gente era muerta por estos grupos.“

Ante la represión crecieron las filas de la guerrilla, también en la sierra de Cuchumatán:

„De esa manera no era posible trabajar de una manera legal, habí­a que trabajar en la clandestinidad. Y habí­a también unos Todossanteros que entraron en eso, en el trabajo clandestino. Los pueblos que se involucraron más fueron Huehuetenango, El Quiché, Cobán y Chimaltenango, donde el 90 por ciento es indí­gena. Comenzaron a hacer sabotajes, barricadas. El Ejército llegó, y empezaron a matar a mucha gente inocente. Los que estaban involucrados, lo sabí­an muy bien, estaban atentos a cualquier movimiento del ejército, ellos no morí­an. La gente inocente era la que murió“.

En Todos Santos, cuando uno pregunta a la gente sobre las ví­ctimas, la respuesta es por lo general que murieron unas 80 personas, y Benito Ramí­rez lo confirma también. Consultando el Informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico de la ONU, cuyos 12 tomos se encuentran en la biblioteca municipal de Todos Santos, encontramos 43 ví­ctimas de la violencia polí­tica entre 1980 y 1984, atribuí­das todas menos tres a las fuerzas de la represión. La visión de los todossanteros no sólo es distinta en cuanto a las cifras, lo es también con respecto a los autores. „Yo pienso que un 60% murió por el Ejército, un 40% por la guerrilla. Vení­a el Ejército, mataba personas. Y a la vez, si alguien estaba con el Ejército, también vino la guerrilla y mataron a las personas. Eran dos bandos, ambos malos. Por eso aquí­ en Todos Santos la gente no tiene confianza ni en la guerrilla ni en el Ejército. Hoy dí­a no tenemos confianza en nadie,“ opina Benito.

Pero ví­ctimas no eran solamente los muertos. Cientos de miles de pobladores tuvieron que huir al otro lado de la frontera mexicana. Durante años les tocaba sobrevivir en campamentos precarios, hostigados muchas veces por las autoridades del paí­s donde buscaban refugio. Benito Ramí­rez no escapó del todo de esa situación. Tuvo que salir también. El Ejército quemó su casa, maltratron y amenazaron a su familia, se robaron todo su dinero.

No esperó más. La madrugada del dí­a siguiente salió rumbo a México caminando más de 60 kilómetros sin parar hasta llegar a la frontera. Pasó tres meses en México, no en un campamento de refugiados, sino como otros tantos miles guatemaltecos de manera individual, mezclándose con la población indí­gena de Chiapas. „No me podí­an identificar, porque tengo los mismos rasgos de los indí­genas allí­ de Méjico, iba con el traje de ellos y pude vender producto en el mercado,“ comenta Benito, con una sonrisa entre amarga y burladora.

Cuando Benito volvió a Guatemala, los tiempos todaví­a no habí­an cambiado.“Era un tiempo muy difí­cil, con amenazas y desconfianza. Tuve la buena suerte de poder sacar mi salario de profesor todo el tiempo. Seguí­ trabajando en el colegio, pero no habí­a alumnos en Todos Santos, estuve dando clases en una aldea y trabajando en la supervisión.“

Hoy, sin embargo, en la visión de Benito los tiempos han mejorado. „En aquel entonces no se podí­an tocar temas de polí­tica en la escuela. Hoy en dí­a, en cambio, sí­ ya tocamos estas cosas. Hoy puedes criticar al gobierno, puedes hablar directo y decir cosas que no les gusten, es muy distinto de la época del 82. Con la firma de la paz, todo el mundo puede decir lo que siente, sin recibir amenazas. Si bien hay muchas violaciones de otras cosas, veo que hay bastante libertad de prensa en este momento, nadie muere por sus ideas. La situacion en nuestro pueblo es tranquila, estamos bien, no hay violencia polí­tica. La policí­a se mantiene tí­mida, de eso no hay problema.“

Y sin embargo, el alejado pueblo de Todos Santos en la sierra de Cuchumatán, en abril de 2001 entró a los titulares de la prensa nacional y hasta internacional por un hecho de violencia poco común. De un momento al otro, en pleno centro de la cabecera municipal, una muchedumbre comenzó a atacar a un grupo de turistas japoneses, mató a uno de ellos y también al conductor de bus que acudió en su defensa. Estos asesinatos, que se inscriben en una larga serie de linchamientos en gran parte del paí­s durante los últimos años, revelan algunas de las tensiones que se viven especialmente en el campo de la Guatemala posguerra. ¿Qué habí­a sucedido? Escuchemos la versión de Benito Ramí­rez:

„Todos Santos es un pueblo pací­fico, con muy buena gente, amable, y creo que lo sigue siendo. No son agresivos, yo no culpo al pueblo de Todos Santos por lo que pasó con el linchamiento del turista japonés. Yo culpo a la

prensa nacional y la radio nacional. Porque una semana antes se dijo que existí­a un grupo religioso que practicaba el satanismo, y corrí­a la bola de que posiblemente Todos Santos era el lugar a donde irí­an por su actuación. Entonces se decí­a que los niños no fueran a la calle, que los padres se responsabilizaran de ellos, en la prensa regional salieron estas cosas, yo tengo todaví­a los recortes de la prensa. También hubo unas maestras monolingües mam que atizaron el pánico. “šMañana vienen los satánicos‘, decí­an en las aulas, “švan a sacar los corazoncitos de los niños‘. Se creó toda una psicosis. La gente pensó incluso que actuaba muy bien, que habí­a defendido a su pueblo. Cuando se dieron cuenta de su error, reaccionaron y reflexionaron. Después de los hechos se habló mucho y preguntábamos quién habí­a perdido su niño, quién habí­a sufrido un daño por los supuestos satánicos, y nada. Todo era falso, y la gente se dio cuenta y se arrepintió“.

“El primer mes ya no vinieron turistas, pero hoy en dí­a ya han regresado, todo es normal. Fue un momento lamentable, por todos los chismes. Hemos pasado por un mal momento. Pero ya ha pasado. Hemos consultado con el alcalde, hemos reunido dinero para darle a la familia del chofer que falleció por las agresiones. Si bien no lo fuimos, nos sentimos culpables de ese linchamiento. Por eso yo creo que es difí­cil que algo así­ hoy en dí­a se repita en todos Santos. Creo que la lección fue bien aprendida, todos se arrepintieron de su actitud.“

Lamentablemente las personas que participaron directamente, se fueron a México o Estados Unidos y allá están, mientras que acá los que están en la carcel son los inocentes. Participaron directamente en el linchamiento talvez unas 15, 20 personas, los demás eran observadores. Hay algunos que están todaví­a acá, yo los conozco, pero qué hay que hacer. Mejor que Dios haga su justicia, pero yo no. A mi me preguntaron qué sabí­a, pero no.“

Benito Ramí­rez no tiene mayor confianza en los caminos de la justicia terrenal. Con mucho escepticismo observó también les esfuerzos de esclarecer los crí­menes del pasado. Como tantos guatemaltecos trata volver la mirada de un pasado de horrores hacia un presente y un futuro nada perfectos pero en todo caso mejor. No tiene confianza ni esperanza en que la mirada hacia el pasado, el trabajo de la memoria den frutos o puedan contribuir en algo de importancia para un mejor presente y futuro.

Esto era un punto difí­cil en la conversación para nosotros quienes desde el inicio del Centro de Derechos Humanos hemos enfocado nuestro trabajo en la importancia de la memoria y la lucha contra la impunidad. Pero sabemos que el pensar de Benito Ramí­rez refleja el de muchos guatemaltecos en un paí­s donde el gobierno no hace caso ni siquiera a los informes tan escrupulosamente investigados como los de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, CEH o del Proyecto REMHI de la iglesia católica.

Veamos los puntos de vista del profesor Benito Ramí­rez que cree en la pedagogí­a más que en la justicia: En la biblioteca municipal están los 12 tomos del Informe de la CEH. Desde la junta directiva de la biblioteca – “yo soy el presidente de la junta – hicimos el pedido. Minugua está enviando estos libros a donde se hacen pedidos. Pero la gente no se dio cuenta. El pueblo guatemalteco es un pueblo en gran parte analfabeto. Ellos desconocen todos los acuerdos de paz, los principios y los ideales de este acuerdo. No ha habido un proceso de ilustración y educación sobre eso. Sobre esto hay que trabajar bastante. Yo soy parte de ese esfuerzo, quiero que la gente conozca cuales son sus derechos y obligaciones, pero todaví­a no hay un programa que se dedique a este tipo de orientación, la gente no sabe. Lo que ya pasó ha pasado pués. No logramos nada con que los muertos vengan o que se aclare. Es mejor trabajar no por el pasado sino por el presente.“

Cuando encontramos a Benito en su pueblo, vestí­a el mismo traje tradicional que lucí­a en la foto de Hans Namuth, con las ligeras modificaciones que el pueblo ha aceptado en las décadas que pasaron desde entonces. „A mí­ me gusta usar mi traje tradicional – nos cuenta Benito – cuando yo visto otro traje, no me siento todossantero, siento que no estoy completo.“

No pudimos resistir tomarle unas fotos en el mismo lugar donde 30 años antes Hans Namuth habí­a logrado sus tomas magistrales. El resultado, como se puede observar, demuestra que la fotografí­a es un arte que requiere algo más que una cámara y la luz del altiplano, y que el maestro Namuth era dueño de ese algo más. No importaba esto a nosotros ni a Benito. Todos estábamos contentos de escuchar nuestras historias, de cómo fue lo de las fotos de Hans Namuth, y cómo llegó la foto de Benito Ramí­rez a la carátula de la revista „memoria“ de Nuremberg?

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