La lucha principal no es contra la pobreza existente, sino más bien contra la injusta concentración de la riqueza

Sep 20th, 2001 | By | Category: América, Regiones

por Samuel Ruí­z Garcí­a

Estimados y Estimadas amigos y amigas:

No puedo salir aún de la sorpresa que recibí­ cuando se me comunicó la noticia de que se me habí­a asignado el Premio Internacional Nuremberg de los Derechos Humanos 2001.

Experimento muy variados sentimientos: Uno de ellos es el agolpamiento en mi mente de la multiplicidad de acontecimientos trágicos y a la vez esperanzadores que suceden en Chiapas y en mi Paí­s México. Otro es el saber que una violación a los derechos humanos es, casi por definición, la acción de unos seres humanos que produce dolor en otros seres humanos. Esto hace que los derechos humanos sean un tema actual y a veces desgarrador.

¿Cómo trasmitir y expresar, en fin, todo el dolor, el horror, la angustia, la indignación de un pueblo sometido a atentados a la integridad fí­sica, tortura, desapariciones, privación ilegal de libertad, hostigamiento e intimidación? ¿Cómo visualizar el hostigamiento que impide realizar las tareas cotidianas de ir al rí­o a lavar, al monte por leña o al campo a trabajar? ¿Cómo hacer entender, por ejemplo, lo que está dentro del alma de los niños cuando al hacer un dibujo lo primero que representan son aviones, helicópteros, hombres disparando y personas muertas o heridas? ¿Cómo olvidar la masacre de Acteal y el dolor inexpresable de las madres que vieron morir a sus hijos acribillados, o el espanto de los niños que se dirigí­an a los cuerpos inertes de sus padres que no respondí­an a su llanto?

¿Cómo decir el dolor que hay en los ojos tristes, hasta el dí­a de hoy, de esa mujer que perdió el mismo dí­a, padres, hermanos y sobrinos?

¿Podré tener alegrí­a en el corazón sabiendo que este reconocimiento que hoy recibo supone todos esos inexpresables sufrimientos? No puedo recibir esto hoy dí­a, sin prometerme a mí­ mismo continuar infatigablemente luchando por el reconocimiento de la dignidad y los derechos humanos individuales y colectivos de los pueblos indios. Reconozco, además, que el presente acto es también un acompañamiento solidario de esta “Ciudad de la Paz y de los Derechos Humanos” a las fatigas inagotables de esos mismos pueblos.

Por todo ello, reitero mi agradecimiento, a nombre propio y de los pueblos indios de México y del Continente, a la ciudad de Nuremberg, a las Autoridades, al Jurado y a los Organizadores de este evento.

1.- MARCO DE REFERENCIA

Quiero recordar el marco de referencia más amplio, en el que se dan estos acontecimientos:

a.- Agresión a las culturas.

Hay una agresión a las culturas de los pueblos y una amenaza de su desaparición, desde el momento mismo en que la Nueva España fue invadida o conquistada. Las etnias y culturas diversas del Continente estaban, desde ese instante, condenadas al sometimiento y, por ende, a su gradual desaparición: O aceptaban estar sometidos a un poderoso Rey que estaba en ultramar, o serí­an considerados como enemigos de ese Rey. Y en la propia Evangelización, según las categorí­as teológicas de la época, se impuso la cultura occidental del Imperio, como vehí­culo de la expresión de la fe cristiana; sin que hubiera mediado un mí­nimo diálogo, entre el cristianismo y las religiones existentes antes del “descubrimiento de Cristóbal Colón.”

b.- Pronunciamiento de Barbados.

No sin razón, poco antes del Concilio Vaticano II (2-X-1962 8-XII-1965)los antropólogos reunidos en la Isla de Barbados criticaban la acción de los gobiernos y la acción de los misioneros como actividades destructivas de las culturas y agregaban una nota crí­tica a la propia actividad de diversos antropólogos. Juzgándose que las propias culturas aborí­genes eran incapaces de expresar la nueva fe, se le dio impulso a la cultura occidental y se generó una especie de esquizofrenia en el Continente; pues los aborí­genes para profesar su fe profunda tení­an que hacerlo en una cultura que no era la propia. Esta situación impulsó, en su tiempo, a Fray Bartolomé de las Casas, O.P. a escribir su obra de “único evangelizandi modo”.

c.- Concilio Vaticano II.

Ante las culturas indí­genas los agentes de pastoral asumen actitudes de asombro, de crí­tica y también de rechazo. Pero al poco tiempo de vivir en medio de las comunidades, perciben la enorme riqueza contenida en la herencia milenaria de las concepciones que los pueblos tienen sobre Dios, su acción creadora, sobre su actuar en la historia humana, sobre su voluntad expresada de distintas maneras. Es decir: pronto se descubre que las culturas tienen un valor teológico.

El Concilio Vaticano II vino a darnos muchas respuestas que completaban y daban profundidad a lo que los misioneros habí­an encontrado. Nos recordó el Concilio que “aun en el presente estado del género humano, Dios puede ser conocido por todos de manera expedita”. Esto nos hizo pasar de una actitud que juzgaba la práctica religiosa indí­gena como supersticiosa e idolátrica, a una actitud nueva en la que debe suponerse que algunas de sus vivencias, son, con certeza, acercamientos a Dios y a su Plan de Salvación.

Nos pareció claro que es perfectamente posible, y está dentro de la voluntad de Dios, el hecho de que los indí­genas conservan en sus tradiciones culturales y religiosas, elementos que conducen a Dios y a la aceptación de su Plan Salví­fico. Dios se puede revelar en eventos y personajes de la historia, cultura y religión de los indí­genas. Como para Israel, también para los demás pueblos no existen dos historias: una historia profana, nacional, “humana” por un lado, y por otro una historia de salvación.

Los Padres Sinodales nos dicen en el Concilio: “descubran con alegrí­a y respeto las semillas del Verbo escondidas en las culturas y tradiciones de los pueblos” (Ad Gentes, 11.) Todo lo dicho nos condujo en el Continente a que tuviéramos una actitud nueva hacia los pueblos y culturas indí­genas.

d.- Xicotepec de Juárez.

Con todo, no quisimos dar pasos únicamente guiados por las luces teológicas del Concilio; sino quisimos también ser ilustrados por el juicio de la ciencia antropológica. En una reunión de obispos y otros agentes de pastoral, (rechazada inicialmente pero aceptada finalmente por los antropólogos), les preguntamos si las culturas aborí­genes del Paí­s estaban o no en fase de desaparición para, según ello, prepararles un epitafio o buscar la encarnación del Evangelio en ellas y trabajar por el surgimiento de Iglesias Autóctonas (Cfr.A.G. Passim).

e.- Habla el Aborigen.

Sin pretenderlo de una manera explí­cita, la actitud nueva de los misioneros, favoreció la manifestación emergente del indí­gena como sujeto de su historia, en la conmemoración de los 500 años del llamado “descubrimiento de América”. De hecho, en nuestro Chiapas, los aborí­genes reconocen en esta nueva actitud postconciliar, un momento histórico que les ayudó a enfrentar la amenaza de muerte a sus culturas. Una generalizada polí­tica en el Paí­s de asimilación de los aborí­genes, topó en numerosas ocasiones con la defensa que hicimos de los Derechos Humanos individuales y colectivos.

2.- MEDELLíN: OPCION POR LOS POBRES

Los Pastores Latinoamericanos, reunidos para la Conferencia General del Episcopado en Puebla, retomando las opciones de Medellí­n, nos enseñan que la Iglesia tiene una clara y profética opción preferencial y solidaria por los pobres (Puebla 1134). Por el sólo hecho de la pasión y muerte (de Cristo)

donde llegó a la máxima expresión de la pobreza, los pobres merecen una atención preferencial cualquiera que sea la situación moral o personal en la que se encuentren (Puebla 1141 y s).

Entre las mayores dificultades que existen para la implementación evangélica de la opción preferencial por los pobres, señalamos que no todos nos hemos comprometido suficientemente

con los pobres; no siempre nos preocupamos por ellos ni somos solidarios con ellos (Puebla 1140). Incluso, por esta opción evangélica se han sufrido hostilidades de otros que han llevado a que no pocos, incluyendo también algunos jerarcas, hayan dado su vida por la defensa de la justicia y la instauración del Reino de Dios.

Entendemos esta opción por los pobres, a la luz de lo que proclamaba su Santidad Juan XXIII, poco antes del Concilio Vaticano II “la Iglesia, en relación con los paí­ses en ví­as de desarrollo, descubre lo que es y lo que debe ser: la Iglesia de los pobres, es decir la Iglesia de todos”. Siendo por tanto la Iglesia, Iglesia de los pobres, debe ésta, de tal manera transformar sus estructuras, que pueda presentar de sí­, “una imagen auténticamente pobre, abierta a Dios y al hermano, siempre disponible, donde los pobres tienen capacidad real de participación y son reconocidos en su valor” (Puebla 1158).

3.-PROPUESTA DE LOS EXCLUIDOS.

El sistema económico globalizante se nos presenta como el último, el único y el definitivo sistema económico; pues se asevera que todos los otros que serí­an posibles, han sido ya históricamente probados. La globalización ha acarreado un despojo sin precedentes, como consecuencia de una rapidí­sima concentración de la riqueza. Se han agudizado fenómenos tales como: la automación en la industria que genera despidos masivos, desempleo y empobrecimiento; el consumo ya casi exhaustivo de los recursos naturales; la contaminación, que es ya una seria amenaza para la supervivencia de la raza humana y del planeta mismo; se aumenta la producción, mientras disminuye el mercado a causa del desempleo y de la crisis económica; se incrementa la deuda externa y también, a Dios gracias, las protestas y la solidaridad del Primer Mundo con el Tercer Mundo.

Y entre tanto, (no por compasión, sino para disminuir las contradicciones que se generan), el sistema amplí­a la sombra protectora del paraguas del Mercado, (fuera del cual no hay salvación), para que abarque lo más posible a las clases desposeí­das. Pero al mismo tiempo se sabe de antemano, que el paraguas del Mercado dejará a muchos sin cobijo, que ya no serán llamados desposeí­dos, marginados o aplastados; sino excluidos, esto es: destinados a la muerte, sin importar las diferentes argucias o los nombres eufónicos que se les dé a los medios que se utilicen. Pero lo que queda muy claro es que no se debe dar la lucha contra la pobreza existente, cuanto más bien contra la injusta concentración de la riqueza.

Pero aunque no se tenga todaví­a una propuesta plenamente delineada, del tercer mundo americano, africano y asiático se eleva un sordo clamor que rechaza vehementemente este llamado “orden económico internacional”. En el Continente Latino Americano, los que están en el piso bajo de la sociedad: los indí­genas de Ecuador, los de Bolivia, los de Guatemala, los de México, levantan su voz ofreciendo los valores comunitarios de sus culturas, para la transformación del sistema económico internacional existente. Y, siendo anteriores al surgimiento de los Paí­ses en el Continente, demandan el reconocimiento de su existencia como Etnias o Pueblos diferentes, pero como pertenecientes a ellos.

«lo que queda muy claro es que no se debe dar la lucha contra la pobreza existente, cuanto más bien contra la injusta concentración de la riqueza»

4.-INCIDENCIA Y COINCIDENCIA.

La lucha por el reconocimiento de los pueblos aborí­genes como tales, por la validez de sus usos y costumbres, por sus derechos colectivos por su legí­tima autonomí­a; tiene incidencia y coincidencia con lo que está pasando en este mundo europeo con la presencia fí­sica en él, de los diferentes grupos de inmigrantes de Asia, África y América. Se dan también acá leyes migratorias que parecen más bien responder a criterios de ganancia o de discriminación racial, que a salvaguardar los derechos y la dignidad humana.

Por eso el empeño de Nuremberg, “CIUDAD DE LA PAZ Y DE LOS DERECHOS HUMANOS”, en cumplir con una encomienda histórica de contribuir a la construcción de la Paz en el mundo, desde el respeto a los Derechos Humanos; es algo que todos aplaudimos y secundamos.

+ Samuel Ruiz G.

Obispo Emérito de S. Cristóbal de las Casas,

Chiapas. México

Discurso ofrecido por don samuel Ruí­z Garcí­a el 16 de setiembre del 2001, con ocasión de recibir el Premio Internacional de Derechos Humanos de la ciudad de Nuremberg.

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