Memoria y Memoriales

Sep 11th, 2003 | By | Category: América, Políticas del Pasado, Regiones

por Roberta Bacic, 11 de septiembre 2003

Querid@s amig@s

Las palabras han estado esquivas en estos dí­as otoñales y dorados en este hemisferio del norte. Allende de los mares, en el paí­s que acogió a mis padres y me vio nacer, emerge radiante la primavera. Septiembre, desde mi tierna infancia, ha sido un mes especial. Evoca volantines, vacaciones escolares, dí­as feriados vinculados a la celebración de la independencia nacional los dí­as 18 y 19, empanadas, vino tinto, canto y baile de cueca y representaciones de identidad chilensis. Mis padres poco o nada se identificaban con este contexto y yo con esfuerzos trataba de echar raí­ces y hacerme parte de esta cultura e identidad. Domitila, mi vieja nana y prodigadora de afectos tan profundos como la tierra misma, me tomaba de la mano y compartí­a conmigo sus nexos y paseos dieciocheros. Ya en la adolescencia, pasé varias de estas festividades con compañeros y compañeras de curso y con ello me acerqué al mundo en que se construí­a la unidad popular que llevarí­a a Salvador Allende a la presidencia. Como no recordar el tiempo en casa de los Vuskovic (Ministro de Economí­a), las tardes en casa de los Corvalán, las visitas a casa de los Benado y tantos y tantos otros que no sólo soñaron, sino se jugaron por construir democráticamente un paí­s más justo. Una revolución vivida y compartida y no impuesta.

Al cruzar el umbral de los 50 he descubierto que es en este contexto que nació mi compromiso primario, de pulso cardí­aco, de piel y razón con lo humano que me llevarí­a posteriormente tras las huellas de los derechos humanos. Siento que aún ahora mi acción va más dirigida a paliar los estragos provocados por la violación a estos derechos que a la construcción de un mundo mejor. La observación y constación de la realidad me recuerdan a cada instante que este mundo no es mundo acogedor, seguro o que habrá menos guerras, sufrimiento o disminución de la militarización que hasta asume, en nuestros tiempos, una descarada fachada de misiones de paz.

Y hoy estoy acá en Nüremberg, ciudad emblemática vinculada a los horrores del nazismo y la lucha por la justicia, compartiendo con Uds. lo que han sido estos 30 años desde que se diera el golpe militar en Chile. Podrí­a decir mucho, poco o nada. Los sentimientos y pensamientos se agolpan, pero como menciono al comienzo, esquivas se vuelven las palabras para expresarlo o captarlo. Estoy muy clara que entre lo posible y lo necesario y justo, hay un abismo inmenso, casi tanta distancia como entre donde estamos ahora y mi gente en Chile.

Desde 1973 el 11 de septiembre opacó las celebraciones del 18 y 19. Lo fundamental, lo esencial ha sido desde entonces, marcar la lucha por la justicia.
Pienso y siento que no es este un espacio para dar cuenta ni de logros ni de fracasos en materia de nuestra lucha por la justicia. Más bien es un momento propicio para compartir parte del proceso vivido desde ese dí­a 11 que cambió inexorablemente el curso de nuestras vidas.
Ahora que se cumplen 30 años desde el golpe de estado encabezado por las fuerzas armadas de Chile, capitaneadas por el General Pinochet, es un desafí­o el poder relatar parte de lo vivido que da cuenta de que por todo y a pesar de todo la VIDA sigue.
La historia la cuentan sus protagonistas. Muchos casos emblemáticos han recorrido el mundo, las noticias y las pantallas. Aquí­ damos voz a unos pocos de los sin voz, a quienes lo sufrieron y no han tenido ocasión de estar presentes. Esta exposición es un intento por mostrar concresiones de los procesos de lucha po la verdad, la justicia, la memoria. El NO al olvido y el NO a la impunidad.
Esta muestra, preparada especialmente para marcar estos 30 años y que forma parte de un archivo personal mucho más extenso, pone su acento en las formas diferentes en que la gente, las familias y las comunidades honran a sus ausentes. He tenido en estos años el privilegio de contar con la amistad y la confianza de muchas de las personas que han tenido familiares desaparecidos y/o ejecutados por motivos polí­ticos y me han compartido introspecciones sobre estas vivencias. Personas queridas, cercanas, í­ntimas me han apoyado y acompañado en mis periplos y visitas y tomado algunas de las fotos que acá les comparto. Algunas de las imágenes muestran también los rostros de algunos familiares sobrevivientes. Con ello se materializa parte de nuestra identidad. Esto nos ayudará a los que vivimos lejos de Chile a sentirnos más cerca y – a los que nos acompañan con su solidaridad hacia nuestros procesos – una visión más í­ntima de algo de nuestra sociedad chilena. Cada foto es en si misma una larga historia de vida y un proceso vital.
Para construir los memoriales fue fundamental el reconocimiento público de lo acontecido, aunque ya antes se hubiese denunciado. Los nombres de las personas honradas y conmemoradas en estas imágenes han aparecido en el listado de ví­ctimas entregado tanto por la Comisión de Verdad y Reconciliación, como también por la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación.

Londres, 5 de septiembre del 2003

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