Consecuencias psicosociales de la Impunidad sobre los Familiares de los Desaparecidos

Abr 10th, 2001 | By | Category: América, Corte Penal Internacional, Regiones

por Luisa Wettengel

Para referirme ante Uds. acerca de las consecuencias psicosociales de la impunidad sobre los familiares de las ví­ctimas de secuestro y posterior desaparición forzada de persona , me permitiré hacer una breve descripción del contexto general en el que la destitución de la ley – que se dirige al bien común y al derecho a la existencia – pudo tener lugar durante la dictadura militar en Argentina.

A partir de los años 60 , como consecuencia de nuestra propia historia , en el sentido de las luchas por reinstalar los derechos sociales y polí­ticos , modificar las situaciones de pobreza , la falta de educación y las tendencias generales de sojuzgamiento al poder instituido y – por otra parte – debido a los acontecimientos históricos en Latinoamérica , surge gradualmente una importante fuerza opositora . En ella confluí­an sectores sindicales más vinculados a la tradición de las lucha de clases que la de los que fueron integrados como instrumentos de gobierno , agrupaciones estudiantiles con ideales revolucionarios , artistas , intelectuales y profesionales comprometidos con las causas populares , ligas agrarias , comisiones barriales , cristianos inspirados en el movimiento de los sacerdotes para el Tercer Mundo que optaban por los pobres y muchos jóvenes atraí­dos por figuras como Ernesto “Che” Guevara o Camilo Torres , el cura guerrillero muerto en Colombia . Muchas de estas personas que en otras circunstancias se dedicaban a los quehaceres comunes y corrientes , comenzaron a participar en actividades comunitarias de amplio espectro y a comprometerse polí­ticamente .

Cuando esta generación , inflamada de ideales libertarios y revolucionarios irrumpió en la historia , molestó . Donde se tocan las estructuras en forma directa , ahí­ se terminan todas las razonabilidades .

Entre la gente más cercana a ellos y que estaban al tanto de sus convicciones se pueden diferenciar básicamente tres tipos de actitudes que tuvieron lugar en ese entonces :

1 – Las de quienes compartí­an los ideales y que también creyeron que ellos iban a hacer la gran transformación social . Eran los que admiraban sin participación directa .

2 -Las de los que querí­an preservarlos por afecto y no por convicción y los acompañaban y protegí­an . Eran los que no entendí­an demasiado pero temí­an por los suyos .

3 – Las de los que los rechazaban y no querí­an saber nada , aún con sus afectos más profundos . Esta actitud de negación acérrima abolí­a los ví­nculos que los uní­an . Sólo un paso para declararlos inexistentes .

El golpe de Estado que comenzó el 24 de marzo de 1976 fue mayormente entendido – en un comienzo – como un golpe más en la secuencia de estos quiebres institucionales , que se iniciara en 1930 y a los que estábamos incómodamente familiarizados como colectivo social . Sin duda habí­a un contexto histórico diferente en cada repetición , pero la legitimación de la violencia represora tení­a sostenidamente las mismas raices ideológicas .

Bien pronto se empezaron a ver cambios drásticos : remoción abrupta de personas que ocupaban cargos en todo el espectro de las instituciones sociales , como por ejemplo en las escuelas y las universidades , cierres de agrupaciones diversas , prohibición de actividades en las que hubiera participación social amplia , una represión impiadosa que no era fácil saber hasta dónde llegaba . De tal modo la represión sistemática se instala frente a un clima de desconcierto generalizado , temor y en cierta medida , ingenuidad . Ese era el denominador común de buena parte de la población que viví­a su vida sin una participación polí­tica activa , o simplemente ninguna , y preocupados por los problemas de subsistencia cotidiana que se habí­an agravado considerablemente en los dos años anteriores .

La rápida progresión de las noticias sobre detenciones y enfrentamientos armados , cada vez menos discriminados , hizo crecer un clima enrarecido de terror y sospecha . En la cotidianeidad de las casas se trataba de marcar recursos de seguridad, se vigilaba más a los jóvenes , se recomendaba con fervor que nadie participara en ninguna situación que pudiera levantar sospechas de ninguna í­ndole . Es decir , se fueron aflojando los lazos de solidaridad , se perdí­an los contactos sociales y los supuestos de seguridad básica que garantizan el desenvolvimiento de la existencia fueron puestos en cuestión .

La vida transcurrí­a en una especie de ficción en la que cada quién cuidaba sus palabras , sus actitudes y en la que tardanza a una cita suscitaba las sospechas más acongojantes . Sin embargo , continuaban el trabajo , la educación escolar , los encuentros con la familia o algunos amigos , en medio del pregón continuo sobre la “reorganización nacional” y la lucha contra la subversión ” a los más altos valores de la patria” .

Nada de todo esto es parangonable con el pavor y el sufrimiento infinito de las familias que súbitamente se vieron enfrentadas a un allanamiento , la detención , el secuestro o el no regreso a la casa de uno o varios de sus miembros .

La irracionalidad que significa la destrucción de todo referente a una ley , a una razón plausible , a una lógica que permita construir un sentido , tuvo como destinatario no solamente a la ví­ctima directa de las atrocidades sino a toda la red familiar .

La irrupción de lo traumático en la vida psí­quica es aquello que excede la posibilidad de ser contenido por el sistema .Del mismo modo que los sistemas inmunológicos reconocen los agentes traumáticos para neutralizarlos , de la misma manera los contenidos irracionales o las contradicciones internas que resultan de un traumatismo severo , buscan neutralizarse para restituir algún tipo de equilibración . Con frecuencia , en un primer momento , surge una actitud contraria o sea , hay una negación que rechaza percibir lo ocurrido . También puede producirse una fragmentación interna que cortocircuita los mecanismos de defensa Hay efracción de las barreras de contención que protegen de los estí­mulos externos intolerables y las reacciones no se hacen esperar.

Entre nosotros las hubo de toda clase ya que cada cual reacciona desde su propio y singular reservorio interno . Los hechos aberrantes no tení­an las mismas repercuciones si se trataba de los padres , los cónyugues , los hermanos , los hijos y otros familiares cercanos . Las edades fueron otro factor importante para comprender el modo diferente de reaccionar y verse afectado . Algunos , sobre todo entre los padres y los cónyugues , pudieron hacer frente a los hechos de inmediato y comenzar las búsquedas por hospitales o dependencias policiales donde todo rastro fue negado . Otros reaccionaron con una pérdida temporal de la dimensión del espacio y del tiempo . Estaban como perdidos . Otros enfermaron . Muchos comenzaron a tener trastornos psí­quicos severos como ataques de pánico , vivencias de desamparo y “fin del mundo”, trastornos del sueño y la alimentación , paralización en las acciones a causa de la angustia incontrolable .

Mientras esto ocurrí­a , todo fue silenciado hacia el mundo externo de las relaciones . Como nadie sabí­a dónde podí­a estar el ser querido , tampoco nadie se atreví­a a dar a conocer el hecho para evitar consecuencias peores : el ataque sobre más familiares o amigos Estos aterradores presentimientos fatalmente se cumplieron en varios casos. Apenas si se hablaba entre los más í­ntimos y esto dificultada la posibilidad de modificar el estado de angustia permanente .

Estamos pues frente a una de las consecuencias más dramáticas de la impunidad sobre los familiares de los desaparecidos : el enfrentamiento con la designación de los propios hijos, esposos , padres , hermanos , nietos , como no existentes. Nada más atentatorio al sostenimiento de coherencia de la persona que la desconfirmación de su propio pensamiento . Nada más absurdo e irracional que sostener un discurso sobre la inexistencia de una persona probadamente existente . La figura del desaparecido abrió cruelmente el camino a la impunidad .

Los distintos grupos de familiares de ví­ctimas que se fueron constituyendo cumplieron entre otras , la no prevista función de restituir a los que se iban acercando la posibilidad de creer en los propios pensamientos . El afirmar : como no se ve , no existe , es racionalmente inaceptable y afectivamente intolerable . De ahí­ que la respuesta de las Madres de Plaza de Mayo fuera : Con vida los llevaron , con vida los queremos .

Por otra parte su inquebrantable obstinación durante los años de la dictadura , de mostrarse todas las semanas frente a la casa de gobierno , circulando juntas con el nombre de sus hijos ausentes bordado en sus pañuelos blancos , ha sido el sí­mbolo más austero y contundente contra la falacia de la inexistencia . Desde otros lugares de participación también ha sido el nuestro y de muchí­simos otros .

El ocultamiento de los centros clandestinos de secuestros , torturas y asesinatos fue otro aspecto de la impunidad de los procedimientos . Nadie podí­a imaginar la instauración de semejante creación siniestra hasta que de a poco se fue revelando que verdaderamente existí­an . ¿Cómo aceptar la muerte de un ser querido cuando nadie podí­a dar una referencia cercana dónde podí­a estar ni qué habí­a sido de él? ¿Cómo afrontar los fantasmas sobre el horror y el aniquilamiento de los seres más próximos y queridos? ¿Cómo tolerar lo intolerable? Por motivos fáciles de comprender , ni el piadoso consuelo de poder dar honrosa sepultura a los muertos nos fue acordado . Ritual de la humanidad a lo largo de todos los tiempos que permite comenzar la elaboración del duelo por la pérdida y aceptar el ineluctable y universal lí­mite de la vida .

Mientras esta evidencia no se materializa , es casi imposible transcurrir por el proceso de duelo y los familiares siguieron oscilando entre la esperanza y la desesperación . Aún con el paso del tiempo en que la sospecha de la muerte era cada vez más cierta , la aceptación fue muy costosa y la continuación del proceso de duelo quedó inconcluso para muchí­simas personas . Esto significa la prolongación de un estado afectivo de continuo desgarro , sin restitución de marcas simbólicas que permiten ir cerrando la herida . Algunos no lo pudieron soportar , enfermaron (con alta incidencia de cáncer y patologí­as cardí­acas)y luego murieron . Algunos incluso decidieron quitarse la vida .

A medida que fueron pasando los años , los que seguimos aquí­ hemos logrado resoluciones internas de diversos grados de consistencia , que se diferencian caso por caso y por los que pido un respetuoso resguardo .

Otro aspecto graví­simo fue el ocultamiento de la existencia de los niños nacidos en cautiverio y posteriormente , el ocultamiento de la identidad de estos niños dados en crianza mayormente a los propios represores . Maquinación catastrófica desde todo punto de vista para los propios niños – hoy adultos – y para las familias que vieron así­ reduplicada la ruptura de la cadena generacional , quedando sin sostén la transmisión de los legados que cada familia pasa como testimonio simbólico de una generación a otra . Tampoco encuentran donde anclar las expectativas de trascender en la descendencia , más allá de la propia muerte . Este delito no prescribe , pero no por eso la situación se hace menos penosa .

En el plano del derecho positivo , el problema de las sucesiones pretendió resolverse – ya en democracia – con una constatación administrativa de muerte supuesta de la persona desaparecida – a manera de certificado de defunción . Este hecho permitió formalmente ordenar algunas cuestiones familiares referidas a patrimonios y a regularizar nuevas uniones matrimoniales del cónyuge superstite , pero sobre una certificación que no se condice con los requerimientos legales ordinarios .

La tolerancia hacia lo sucedido se instala muy gradualmente . Afectos y pensamientos pasaron alternativamente de aferrarse a destellos de esperanza idealizada a una rápida caí­da en la denigración ante los constantes fracasos de la justicia . Del mismo modo sucede en el campo social , donde los efectos de la impunidad se extendieron como ondas expansivas infiltrando todos los ámbitos del quehacer de la sociedad y que hoy seguimos padeciendo .

La reconstrucción de las historias familiares y de sus lazos ha sido lenta y difí­cil . Hay familias que por las caracterí­sticas de sus integrantes y sus modos de relación pudieron tejer las redes de las historias sin ocultamientos . Para otras no fue tan sencillo . Miembros de la familia amplia que en el momento más álgido no quisieron o no pudieron ser solidarios no encuentran fácil el camino de la reconciliación . A veces hubo conflictos con los hermanos del familiar desaparecido . Al tratarse de un par generacional , se arrastraron desaveniencias que fueron propias entre hermanos y que quedaron irresueltas , incluyendo en ello el ví­nculo con los propios padres . En algunos casos la relación entre familias polí­ticas ha encerrado rencores y mutuas inculpaciones por el destino de sus descendientes . Para los hijos la reconstrución de la historia de sus padres ha sido muy dolorosa por el peso de la causa de orfandad. Algunos entre ellos se han nucleado en grupos buscando referenciarse en una pertenencia y una identificación con los ideales de sus mayores . Hay personas que hasta el dí­a de hoy no pueden levantar el manto del silencio que se impusieron a sí­ mismos .

En la actualidad es el momento de incorporar informaciones – adecuadas a las edades – de la nueva generación que no habí­a nacido aún cuando sucedieron los duros acontecimientos . Esto se impone como una necesidad subjetiva para los niños y adolescentes actuales que pueden encontrar de esta manera una significación a las penas enigmáticas que implí­citamente circulan al interior de sus familias . También para entender el momento histórico que les toca vivir en la cotidianeidad presente .

Finalmente ¿Con qué recursos se puede también ayudar a cicatrizar el vací­o? Con el compromiso ético de la sociedad en su conjunto dado que el problema de la impunidad está referido a hechos intolerables – donde quiera que surjan – y que cualquier Estado tiene buenas razones para juzgar . El esclarecimiento del pasado puede ser la posibilidad de cerrar los duelos y ayudar a cicatrizar las heridas de muchas familias pero fundamentalmente es una apuesta al futuro : que el conocimiento de un pasado trágico esté al servicio de contribuir a sentar las bases jurí­dicas de un mejor porvenir para todas las naciones del mundo . Muchas gracias por su atención .-

Buenos Aires – Berlin 21 de marzo 2001

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