por Rainer Huhle
Un día del año 1989, el ciudadano alemán Heinrich Strübig, quien dirigía una acción humanitaria en el Líbano, fue secuestrado por uno de los clanes armados que en esa época dominaban la política de ese país. Tres años y un mes, exactamente 1128 días, pasó encadenado en un subterráneo oscuro y húmedo hasta que finalmente fue liberado. Hasta hoy, Heinrich Strübig sufre los efectos de los maltratos físicos y psicológicos que padeció durante su cautiverio.
A pesar de todo, el ex-secuestrado no guarda rencores hacia sus captores, y ha aceptado el pedido de perdón que ellos le hicieron. Es su convicción personal como cristiano, dice Strübig, que uno tiene que ser capaz de perdonar. Incluso escribió una carta, después de su liberación, pidiendo el indulto para el hombre (un secuestrador de un avión) que sus captores habían querido liberar -en vano- a través de su secuestro. […]